Por: Frater LAM
La riqueza del manuscrito amor secreto y hermético es, sin lugar a dudas, exuberante y por tanto un análisis del mismo no es tarea sencilla, toda vez que podrían escribirse varias cuartillas por cada una de las ideas que el contiene. Ante la imposibilidad que esto representa, para efectos de este trabajo quisiera referirme a dos aspectos fundamentales. El cultivo de la voluntad como fin de la iniciación, y el alcance del amor hermético.
Manifiesta la Soror S.S.D.D. que “El objeto de nuestra vida como iniciados es el traer a esta voluntad a un estado de perfección, fuerza y sabiduría…” Pero, ¿qué es la voluntad y cómo puede cultivarse? Para el iniciado, esta debe ser entendida como un principio director que, de la mano de la inteligencia, debe necesariamente conducir a una acción, entendiendo por tal aquella conducta humana consciente. Conviene precisar, que al hacer referencia a la inteligencia, nos referimos tanto a la facultad de la mente objetiva que es la capacidad de reflexionar, pensar, y aplicar los productos obtenidos de tal ejercicio, sino además, como la Inteligencia Superior proveniente de una adecuada comunión con nuestro subconsciente y con las facultades intuitivas asociadas a él y la Iluminación.
Esto implica purificarnos a través de la aplicación de la voluntad de todos aquellos hábitos e instintos, cuya influencia se ejerce en un sentido opuesto a la conservación y al progreso evolutivo de la existencia.
A estas alturas no puede olvidarse las palabras de J. Adoum: “Así como hay conciencia y subconciencia, pensamiento consciente y pensamiento subconsciente y, por ende, inteligencia racional como instintiva, hay también una voluntad instintiva o automática al lado de la voluntad inteligente o racional. La primera es la que constituye nuestros deseos y nuestros impulsos, en común con los animales y seres inferiores, mientras la segunda es el resultado de la reflexión, el fruto de una determinación inteligente”. (Jorge Adoum. El compañero y sus misterios)
Ahora bien, esta dirección de la voluntad conforme a la inteligencia y la sabiduría –haciendo alusión al Arbol de la Vida- nos lleva necesariamente a una identificación con la Voluntad Cósmica, así, nuestro querer se hace uno con el querer del Cosmos encontrándose en armonía con las leyes universales.
Por supuesto que en todo este proceso el silencio es fundamental, pues hace alusión a uno de los cuatro verbos que imperativamente debe aprender a conjugar y dominar el Iniciado: Querer, Saber, Osar y Callar.
En cuanto al Amor Hermético, la Muy Honorable Soror parece centrarse sólo en el aspecto del amor fraternal o filial, que es sólo uno de los varios aspectos en que puede manifestarse el Amor Impersonal, el amor ofrecido sin ninguna expectativa de beneficio personal, el amor buscado por su esencia, es decir, la experiencia en sí misma, es a esto a lo que se refiere la expresión “Amor Hermético”.
Con base en lo expresado anteriormente, resulta indispensable manifestar que, el Amor Hermético implica “consciencia” de la Unidad; esto es, la experiencia de la unidad del todo, en el todo y con el todo, fruto de la reintegración o comunión con el genio superior con miras a las alturas de Kether. No puede perderse de vista que Qabalísticamente, AMOR = hvha = ahebah = 13, tiene el mismo valor de UNIDAD = dja = achad = 13.
Bien lo expresaba ese noble místico Ralph M. Lewis: “Una de las innumerables proclamas de los místicos musulmanes es: "Si el amor ha sido el origen y la causa de la creación, del desdoblamiento del espíritu en materia, éste es también la causa del progreso espiritual y del retorno a la unidad". Podemos comprender que esto significa que el amor divino originó inicialmente el mundo físico y también dio a la materia animación y conciencia. Por lo tanto, ese mismo impulso espiritual debería ser usado como el medio de atraer la conciencia mortal del hombre a una comprensión de su naturaleza divina; el místico experimenta un retorno hacia el Uno, una unión con El”. (El Enigma del amor. Revista El Rosacruz, AMORC)
Ahora bien, el Iniciado debe buscar la manera de expresar este amor, que los griegos denominaban Ágape, es el amor por la divinidad, de la divinidad hacia los Hombres, y el amor autosacrificante de los Hombres por los Hombres en su vida cotidiana, manifestándose en las más puras y sublimando formas como Philos, que es el amor filial al que tanta atención presta la Soror, ese amor que se siente que por los otros producto de la relación filial y/o de la amistad, de la concepción que todos los seres humanos somos hermanos y formamos parte de un todo –la humanidad- que es mayor que la suma de sus partes- y Eros, el amor romántico hacia la pareja.
